Nada tenemos que ver con la vida
cuando caminamos de la mano y nos besamos en las esquinas
y empañamos con un suspiro los espejos torcidos
de todas las vitrinas.
Nada tenemos que ver con la vida
y así y todo recorremos la ciudad que ignoramos
con la fe a punto de cuajar en la cocina.
Nada tenemos que ver con la vida
pero la derramamos en todas las acequias
y juntos besamos a todos los ambulantes.
Nada tenemos que ver
pero a partir de esta ciudad despeinada
será trazada la ubicación de nuestros días.
De la ventana penden los espejos de la bella miseria,
las ropas que olvidamos llevar, el espanto como una tripa.
En cada muro
las casas que no habitamos pero que poseemos.
Corremos a ocultarnos en ellas
a mirar el mismo atardecer de mañana
y la vida mordiéndonos el corazón con su mirada.
Antonia Torres